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Kamesh Vadlamani (leiomiosarcoma): una historia de coraje

Kamesh Vadlamani (leiomiosarcoma): una historia de coraje

Cómo comenzó

Mi tía siempre me enseñó que el coraje es el rasgo más positivo que puedo poseer en la vida. Soy Kamesh Vadlamani de Andhra Pradesh, ubicado en el sur de la India. He estado cuidando a mi tía, Padmavathy, durante el último año. Mi tía tenía alrededor de 50 años cuando le diagnosticaron una rara cáncer uterino , que son leiomiosarcoma. Se había sometido a una histerectomía hace unos años. Primero sintió el bulto en la parte inferior del abdomen, después de lo cual mi familia la llevó de urgencia al hospital. Nos informaron que el cáncer estaba en un 4ta etapa avanzada, y no quedaba mucha esperanza para su supervivencia.

Tratamiento

Les pregunté si la cirugía, la radioterapia o la quimioterapia ayudarían, pero las respuestas de los médicos no fueron favorables. Debido a su edad, la ubicación crítica del tumor y el estadio avanzado, la quimioterapia causaría más daño del necesario. Consultamos a varios médicos, pero todas sus respuestas fueron similares. Fue entonces cuando mi tía y yo decidimos la opción de una terapia alternativa. Dejamos la alopatía y visitamos un Homeopatía clínica de atención en Calcuta. El tratamiento no fue una cura. Pero retrasó la aparición del efecto deteriorante del cáncer.

Asegurarse de que el paciente se sintiera cómodo era su máxima prioridad. Ayudé a lograr varios cambios de estilo de vida en su vida diaria. Dejó de consumir alimentos procesados ​​y cargados de químicos. Sólo comía comidas caseras con ingredientes naturales como la cúrcuma. Redujo su consumo de azúcar y de alimentos ácidos como los mangos. Durante este tiempo, hablaba continuamente con muchas personas, buscaba en Internet y buscaba algún remedio casero que pudiera ayudarla. Sabíamos que este tratamiento no curaría su cáncer, pero le daría satisfacción psicológica y retrasaría el final. Con la ayuda de este tratamiento, su condición se mantuvo estable durante cinco a seis meses, pero desafortunadamente falleció en febrero pasado.

Normalizando la vida

Estoy agradecida de que no sufriera mucho después de su diagnóstico a pesar de la etapa avanzada. Pero en las últimas dos o tres semanas, cuando ingresó en el hospital, sufrió a medida que su estado se deterioraba. Desde su diagnóstico hasta sus momentos finales, mi objetivo principal había sido mantenerla feliz durante su viaje. Como familia, no podíamos hacer mucho por su dolor físico, pero estábamos decididos a reducir la tristeza que debió sentir cuando se enteró de su condición.

Sus hijos son relativamente jóvenes, apenas tienen 20 años. Por eso era vital para mí asegurarles que tenían a alguien a quien acudir con sus preocupaciones. Cuando sabes que algo está llegando a su fin, intentas aferrarte y hacer que dure un poco más. Sabía que el fin de mi tía estaba cerca, por lo que nuestra familia siempre normalizaría su condición. El ambiente nunca fue de enfermedad sino siempre de felicidad. Pasábamos horas hablando de cualquier cosa que nos viniera a la mente, recordábamos nuestros días de infancia y compartíamos historias de tiempos olvidados hace mucho tiempo.

Curiosamente, siempre era mi tía quien me calmaba y me daba fuerzas en los días en que flaqueaba. Ella es y seguirá siendo una de las mujeres más fuertes de mi vida. Ella siempre me enseñó a ser valiente, a nunca perder la esperanza y a mantenerme firme para enfrentar lo que pueda venir. Ella siempre me decía que hiciera lo mejor que pudiera y dejara el resto al Todopoderoso. Sabía muy bien y había aceptado que todo en la vida tiene fecha de caducidad. Ella era consciente de que su cita estaba cerca. Su condición comenzó la cuenta regresiva. En los días en que el camino por delante no parecía tan positivo, siempre me decía que nunca perdiera la esperanza, incluso cuando hay dificultades.

Superando las luchas

Pero claro, las dificultades en aquel momento parecían ilimitadas. Durante los días de tratamiento trabajaba desde las 6 de la tarde hasta las 2 o 3 de la mañana. Todos los meses viajábamos a Calcuta para consultar al médico. Regresaba tarde del trabajo y salía inmediatamente para tomar el vuelo de las 7 am. Nunca dormía ni siquiera en el aeropuerto porque no tenía a nadie que me cuidara. Entonces, en el momento en que subía al avión, me quedaba dormido. Volveríamos el mismo día. Fue un momento difícil en nuestras vidas e incluso el médico de mi tía sabía por lo que estábamos pasando. Ella siempre nos decía que nunca esperáramos nada. Cuando trabajamos muy duro por algo, tendemos a ponerle expectativas. Ahí es donde comienzan todos los problemas. Se convirtió en una de las lecciones de vida esenciales que aprendí.

A mi abuelo le habían diagnosticado un carcinoma de intestino y región de glúteos hace siete años. el habia sufrido La cirugía para extirpar el tumor y radioterapia. Él está mucho mejor ahora. También estoy cuidando a mi madre durante esta pandemia. Lamentablemente estoy lejos de mi ciudad natal y no puedo viajar debido al COVID-19, que ha supuesto un duro golpe a mi salud mental. Como persona que ha tenido varias experiencias como cuidador, deseo aconsejar a los cuidadores y a los pacientes para que su viaje sea más feliz.

Lecciones de vida

He aprendido muchas cosas de la batalla y el viaje de mi tía. Algunos días me alivia saber que mi tía no sufrió demasiado. Si hubiera sobrevivido, tendría que sufrir el dolor que trae consigo esta enfermedad. Lo que me alegra es que falleció feliz y sin mucho sufrimiento. Durante su vida, ha habido muchas maneras en las que ella me ha inspirado.

Ella me enseñó que lo que está destinado a suceder no puede ser evitado o controlado por nosotros. Lo que está destinado a suceder sucederá, no importa cuánto intentemos cambiarlo. Mi sistema de apoyo era mi tía. Su positividad fue suficiente para darme una explosión de energía. Hasta el final, ella continuó impartiéndonos su conocimiento y fuerza.

Se mantuvo optimista, valiente y saludable, y eso solo fue un faro de esperanza para mí. También aprendí que nunca debes dejar nada para mañana y arrepentirte por el resto de tu vida. No sabes cuándo puedes perder a los que tienes más cerca de tu corazón.

Palabras de despedida

A aquellas personas que están pasando por dificultades tan devastadoras como el cáncer, manténganse siempre fuertes. Acepta tu destino y no entres en pánico. Empiezas a cometer errores cuando entras en pánico. Ten siempre fe en Dios, y con esta firme creencia prepárate para afrontar cualquier dificultad de la vida. Habla con tus seres queridos: tus parejas, tus hijos, tu familia. Educa a tus hijos para que no se queden completamente a oscuras. Enséñeles todo lo que necesitan aprender para que puedan vivir la vida cómodamente incluso después de que usted ya no esté. Lo más importante es dedicar tiempo de calidad a hacer lo que más amas y lo que te haga más feliz.

A aquellos que son cuidadores les diría: hagan lo mejor que puedan. Habla con diferentes tipos de personas y mantente atento a lo que está sucediendo. Una actitud positiva es lo más sencillo que hará cambiar una situación de crisis a una de felicidad. Cada día es un nuevo día y las cosas siempre mejorarán.

Por último, como siempre decía mi tía, sé valiente y haz bien tu parte.

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